GESTALT y RELIGIÓN
Iniciaré esta breve charla hablando un poco sobre energía y polaridades.
Yo soy un convencido de que todo lo que hay en lo que llamamos universo, es energía en infinidad de niveles de vibración y de ritmo y de que cada uno de nosotros somos un universo energético. Esto quiere decir que somos un cuerpo energético, somos sentimientos, pensamientos e ideas, palabras y acciones, somos un todo integrado de energía en proceso de crecimiento o de deterioro. Y si cada una de mis verdades son energía, que expreso por medio de mis palabras que también lo son, comunicarles algunas de mis verdades me significa compartirme con ustedes desde mi ser energético.
La Gestalt nos enseña que todo lo que hay, tiene su opuesto, como los siguientes ejemplos: para que sea posible que la luz exista, también hay obscuridad; se requiere del mal para que la opción por el bien tenga algún mérito; si no hubiese mujeres, tampoco podría haber hombres y viceversa; cualquier decisión que tomemos tiene su pro y su contra; siempre que perdemos algo, también ganamos algo, aunque frecuentemente se nos dificulte descubrir qué. Hasta lo que no hay tiene su opuesto, que es lo que sí hay. Y los gestalticos sabemos que los opuestos, las polaridades, están formadas por una misma clase de energía, lo cual significa que la integración siempre es posible, aún en los casos en que los polos antagónicos son aparentemente irreconciliables.
Así veo yo el miedo a Dios que transmiten algunas personas durante la instrucción religiosa, en contraposición con la filosofía existencial, que sustenta a la Gestalt y postula que seamos felices: los veo como dos polos opuestos, en algunas áreas de pensamiento y estilo de vida, aparentemente irreconciliables. Como una tesis por un lado y una antítesis por el otro, que requieren integrarse, fecundarse para dar origen a una síntesis dialéctica.
En mi opinión, esto se debe a que quienes instruyen basándose en el miedo, han invertido el postulado de que fuimos creados por Dios a Su Imagen y Semejanza y, mediante sus proyecciones hacia el Altísimo, fantasean un concepto que luego transmiten a otros, en el cual es Él quien está hecho a imagen y semejanza de ellos.
Luego comunican sus hipótesis en forma dogmática y por demás ambivalente, y así las personas que reciben este tipo de enseñanzas sobre la religión, se dicotomizan emocionalmente: por un lado, aprenden que Dios es amor, perdón, bondad infinita, lo que les inspira confianza, gratitud, filial amor; pero por el otro, por miedo al castigo, al infierno, viven con "temor a Dios". Lo peor en esta colisión emocional, es que el miedo hace figura e impide un contacto profundo y frecuente con el amor.
El sacerdote católico Anthony de Mello, en la página 66 de su libro "Autoliberación Interior", dice textualmente:
"Con la religión nos han metido muchos miedos que están ahí y que hay que solucionar. ((No tengáis miedo)), dice Jesús en el Evangelio. (( No temáis....., no os preocupéis....., no os aflijáis )). Pero nosotros hemos hecho una religión llena de tabúes y temores, llena de ideas falsas y de falsos ídolos".
El hombre, como sabemos, es un ser social. Por lo tanto necesita seguir un orden, que naturalmente emerge de sus costumbres, para posibilitar la convivencia con sus semejantes más próximos. Esto quiere decir que necesita practicar, más o menos formalmente, ritos o rituales.
Asimismo, el ser humano necesita creer en algo, al menos mientras desarrolla la fuerza interior suficiente para atreverse a cuestionar sus propias creencias y superar el impasse, transformando su fe en certeza.
El gran filósofo alemán del siglo XIX Friedrich Nietzsche, para mí el más lúcido y radical de la historia contemporánea, en una de sus geniales alegorías dice: "La investigación y la ciencia se originan en el descreimiento. Sin embargo, éste causa una gran tensión. Sólo los fuertes pueden tolerarlo.".
Por todo esto, creo que la religión es necesaria, debido a que muchas personas aún son internamente frágiles, y a que ni siquiera puede haber descreimiento sin previamente haber creencia, aunque como todos los satisfactores, por nutricios y sanos que sean, si se suministran en exceso se vuelven tóxicos. El fanatismo es muy nocivo, incluyendo el religioso. Su base es el miedo y su meta es obtener poder proveniente de fuera para ejercerlo sobre otros, también hacia fuera del propio individuo. Así se controla el miedo original, reduciendo su intensidad lo suficiente para poder vivir con él, pero no para superarlo o trascenderlo. Y el miedo es paralizante. Quien vive atemorizado, baja su vibración energética, calcula demasiado, disminuye su espontaneidad; empobrece su existencia.
Tal vez Karl Marx percibió el fanatismo en personas con quienes se relacionó, y quizá proyectó su propio fanatismo ateo y así formuló su famosa frase: "La religión es el opio del pueblo".
La gente se une en grupos pequeños o grandes, durante más o menos tiempo, por dos fundamentales motivos: amor o miedo.
La neurosis colectiva que caracteriza a nuestra sociedad, ha propiciado que la mayoría de las agrupaciones humanas se efectúen por miedo. El que vive con miedo trata de asustar a los demás, porque acompañado puede tolerar mejor sus propios demonios interiores.
De hecho, el miedo es contagioso. Y cuando la gente con miedo se une, suele comportarse agresivamente. Como lo expresa el dicho popular: "No somos machos, pero somos muchos".
Con esa sabiduría natural que tiene la gente del campo, durante una asamblea de deudores de la banca, hablando del miedo a perder el patrimonio, el líder de El Barzón, Maximiano Barbosa Llamas, soltó esta frase: "En bola, hasta el matrimonio es más llevadero".
Con su característica crudeza, Nietzsche dijo:
"Se accede a la verdad a través de la incredulidad y el escepticismo, no a través del deseo infantil de que ocurran milagros fuera del propio individuo. El deseo de ponerse en manos de Dios no es la verdad. Es el deseo de no morir, de aferrarse al pezón eternamente hinchado, al que hemos puesto la etiqueta: Dios.".
El postulado de la Gestalt y del humanismo que dice: "El hombre, libre de coerciones sociales, tiende de manera natural al sano desarrollo", es más que una creencia para mí: es una certeza. Lo he constatado empíricamente, en infinidad de procesos terapéuticos. Por ello, creo que al haber vivido 20 siglos inmersos en el miedo al "juicio final", ya nos pasamos. Me permito vaticinar que en los primeros años del siglo XXI, lograremos superar el impasse religioso-espiritual. Y creo que esto será posible sin renunciar a la religión cualquiera que ésta sea, a pesar de la proliferación de sectas, brujos y grupos esotéricos característicos de la llamada "Nueva Era" (en inglés "New Age") ; que tiende a fragmentar a las religiones en pequeños grupos con creencias discímbolas.
Lo que sí me parece indispensable para superar colectivamente ese miedo de miles de años, que ya debe ser arquetípico por estar grabado molecularmente en el ADN. de la mayoría de la gente, es reinterpretar nuestras Sagradas Escrituras, especialmente los Evangelios. Esto no debe ser tan difícil, precisamente porque están escritos casi exclusivamente utilizando parábolas, y porque la filosofía existencial-humanista en que se fundamenta la Gestalt, nos puede ayudar mucho, puesto que está basada en leyes naturales. Por eso la afirmación de Fritz Perls: "Yo no soy el creador de la Gestalt. Si acaso, soy su redescubridor".
¿Y Alguien podrá negar que las leyes naturales son las leyes de Dios?.
Mi hipótesis es que es preciso liberarnos del miedo para así poder, conforme a las enseñanzas de Jesús, vivir en el amor.
También lo dice claramente Anthony de Mello, en la página 65 del libro que cité antes: "...el apego es miedo, y el miedo es un impedimento para amar".
La Gestalt nos enseña cómo liberarnos del propio miedo: "No peleés con él, no te avergüences de tu miedo; contáctalo y exprésalo. Así permitirás que cambie. Todo cambia si tú se lo permites".
"¿Cuál es el sello de la liberación?" --se pregunta Nietzsche--. E inmediatamente emite su respuesta: "No avergonzarse más ante uno mismo".
Una vez libres del miedo, podremos percibir con claridad: el universo es un lugar seguro; no hay nada que temer. Lo verdaderamente peligroso, lo que atrae las tragedias como un imán, es el miedo en sí. El demonio es el miedo mismo. Y supongo que para engañarnos, ha cambiado sus nombres: antes Lucifer, Satanás, Belcebú o "Legión". Ahora : Angustia, ansiedad, preocupación o nerviosismo.
Yo no creo que la verdad tenga dueño. Creo que cada quién es capaz de encontrar su propia verdad. Estoy totalmente de acuerdo con Nietzsche cuando afirma: "Lo sagrado no es la verdad, sino la búsqueda que cada quién hace de su verdad". Y por eso, a ti que has logrado callar tu ruido interior para seguirme escuchando hasta ahora, te comparto algunas de mis verdades: Creo que a Dios puedes contactarlo dentro de tí. Fuera no lo encontrarás, a menos que alucines o alcances niveles sobrehumanos de santidad. Si lo percibes en las plantas, en los amaneceres, en la naturaleza que es Su Creación, es que ya contactaste con Él dentro de ti y puedes proyectarlo creativa y sanamente hacia fuera. Acude a información de primera mano, lee la Biblia y saca tus propias conclusiones. Después, si te atreves, comparte tus descubrimientos sin imponerlos. A continuación yo comparto algunos de los míos, en forma terminante porque así es mi estilo de lenguaje, pero te pido que deseches lo que no haga "eco" en tí:
Yo no creo eso de que Jesús vino a salvarnos. ¿De qué o de quién?. ¿De su Padre, de Dios para que no nos condene en el "juicio final"?.
Opino que vino como ejemplo de vida en el amor, y también a tratar de tranquilizarnos; a ayudarnos a expulsar nuestros demonios, nuestros propios horrores. Él nos enseñó que el amor, como todo, es dual. Disfrutó intensamente la convivencia con las personas cercanas, a quienes amó como eran, sin exigirles cambios perfeccionistas. Incluso por eso fué acremente criticado por algunos: participó en fiestas y reuniones, convivió con prostitutas, pecadores y recaudadores de impuestos, bebió vino, entre otras muchas actividades en las que se la pasó muy bien, según narración de Lucas. (Lucas 7,34). Trabajó enseñando, a su manera y de acuerdo a su momento histórico, a sus discípulos primero y a multitudes después; disfrutando del trabajo por el trabajo mismo, sin dar demasiada importancia a los resultados. Gozó de su popularidad y del impacto que su presencia y sus palabras causaban en la gente. Asimismo, disfrutó de lo que había y de lo que le dieron, sin aferrarse a nada. Comprendió que la señal de que algo era verdaderamente suyo, consistía en poderlo compartir. Sabía que lo que era bueno, grato y santo para Él, no necesariamente lo era para todos los demás.
Mas el amor no es sólo aceptación, no es únicamente maravillarse por la simple existencia del ser amado, o fascinarse ante su presencia. Tal vez la más sublime expresión de amor, es el sacrificio; que puede ir desde renunciar a comodidades y placeres, o efectuar labores poco gratas, hasta el dar la vida por quien se ama. Pero para trascender la simple auto agresión, para que en verdad sea una expresión de amor, el sacrificio requiere tener sentido, y para que tenga sentido, debe ser consciente, voluntario, gratuito y útil para el ser amado. Mi opinión es que sin estos requisitos, no se trata de sacrificio alguno, sino de un vulgar chantaje.
Supongo que Jesús descubrió en sí mismo el sentido de su sacrificio. Dudo mucho que éste haya sido el de ofrecer su dolor, su sangre y su vida para incrementar el miedo a un dios castigador.
Ahora otra hipótesis: Dios ya nos donó todos los recursos necesarios para que nos salvemos a nosotros mismos.
El Reino de Dios ya llegó, está dentro de cada individuo. Sin embargo, como aquello que más anhelamos es también lo que más tememos, dentro de cada individuo está también el infierno de su propio miedo, que ha sido transmitido de generación en generación.
Hasta ahora hemos optado por el auto-abandono; por la enajenación. Y quien no es dueño de sí, trata de poseer y controlar a otros.
No temamos la autoexploración, no temas re-apropiarte de ti y ser el único dueño de tu vida. Lo que encontrarás al final, en tu interior, no es el infierno, sino el paraíso.
Crecer duele, es verdad. Exorcizar a tus propios demonios no será siempre tarea grata. Ofrécelo como un sacrificio de amor a ti mismo; o si lo prefieres a Dios, que al fin y al cabo está integrado en el interior de cada persona. Vuelve a ti, es lo mismo que acudir a Él.
Libérate de máscaras, sé lo que eres y como eres, y no te conformes: trabaja duro en ti, en el desarrollo de tu potencial para que seas todo lo que puedes ser.
Ahora usaré una parábola:
Imagina que tienes un hijo, al que amas. Con trabajo y esfuerzo, lo crías y educas, dándole lo mejor que te es posible. Le pagas estudios universitarios y de postgrado. Le regalas un pequeño capital para que inicie su vida profesional sin penurias. Tu hijo tiene ahora 35 años. Posee conocimientos, inteligencia, talento y mucha energía. Le ofrecen empleo en diversas instituciones y países, y también puede optar por trabajar en forma independiente.
Sin embargo te sigue pidiendo, rogando, suplicando, implorando que te hagas cargo de él, que lo cuides, que lo sigas manteniendo y hasta le des su "domingo" los fines de semana, para gastar.
Tú sabes que si accedes a sus ruegos le evitarás el esfuerzo personal, pero también sabes que lo condenarás a ser dependiente, atenido y mantenido; un ser anodino y superficial. Un haragán que desperdiciará lastimosamente su talento, su creatividad, su sabiduría, su potencial, su existencia.
En una situación similar hemos colocado a Dios como Padre. Y creo que Él, como contenedor, ya se jubiló. Decidió no cargarnos más. Él nos donó el poder personal para hacernos cargo de nosotros mismos. Por lo tanto, si continúas poniéndote en sus manos, implorando su misericordia y su perdón sin asumir tu responsabilidad existencial, muy difícilmente serás escuchado. Dios no tiene nada que perdonarte. Si te arrepientes de un daño causado prepositivamente a otros, procura reparar el daño si aún es posible y solicita su perdón directamente a quienes perjudicaste u ofendiste, y sobre todo: perdónate tú. Es muy efectivo agilizar este proceso trabajándolo con un terapeuta gestaáltico.
Cuando honestamente te nazca el deseo de comunicarte con Dios, participa en los ritos que libremente elijas. Recuerda el postulado de la Gestalt: "Haz de tu vida una elección, no una obligación". Exprésale tus alabanzas y tu gratitud; supongo que le será más grato sin tantas demandas.
¿Quiénes tienen derecho a pedir y a recibir?. Solamente los niños, que por su edad no han desarrollado suficientemente su potencial, los enfermos incapacitados y los ancianos cuya energía se extingue. Y Dios nos ha delegado el trabajo de proveerlos a ellos, dándonos así simultáneamente, más posibilidades de autotrascendencia.
Entre nosotros, podemos acompañarnos y podemos ayudarnos. Pero nadie puede efectuar el trabajo existencial de otro, nadie puede vivir la vida de otros. Si vives para otros, te desperdiciarás y te frustrarás esperando que los otros vivan para ti.
Tú eres un ser único e irrepetible, No eres sustituíble. El universo requiere algo específicamente de ti, porque sólo tú lo puedes generar. Eres un ser completo, integrado; así fuiste creado. Una vez alcanzada la madurez, ya no necesitas de ningún otro ser o persona para "complementarte". Tal vez ya llegó tu momento de dejar de pedir a Dios y a otros, para usar tu energía en generar lo tuyo y relacionarte con los demás y con el Creador en una forma más madura, que no esté basada en el miedo ni en la esperanza en milagros.
Cuando tú llegaste a este mundo, no elegiste a tus padres, ni tu raza, ni tu lengua, ni tu nacionalidad, ni tu religión. Todo ya estaba ahí. Pero una persona madura puede aceptar, estar conscientemente de acuerdo con lo que le fue dado y asumir la responsabilidad sin quejas ni reclamos; o puede también dejar a sus padres y la casa de sus padres para seguir su interno llamado existencial; puede desechar o modificar su nacionalidad y sus valores aprendidos del grupo social que le tocó; puede aprender otros idiomas y emigrar a otro país. Mohammad Alí, antes Cassius Clay, modificó su nombre y su religión. No cambió de nacionalidad porque estuvo de acuerdo en ser yanqui. Cada uno de nosotros también podemos modificar, desechar o aceptar todo aquello que nos permita ser más auténticos y congruentes.
Atrévete ahora tú a re-significar tu escala de valores, a descubrir tu personal sentido a tus creencias religiosas o, si es el caso, a tu ateísmo. ¡Atrévete a ser tú mismo!.
Yo prefiero ser rechazado por lo que realmente soy, que aceptado por lo que aparento ser.
Salud!........
Es todo por hoy
ANALISIS TRANSACCIONAL
EL ANÁLISIS TRANSACCIONAL
de Eric Berne
Una “transacción” es la unidad de comunicación entre dos personas. El Análisis Transaccional es por tanto el estudio de las comunicaciones entre las personas. Lo hizo popular el psiquiatra americano Eric Berne, al publicar en 1964 su libro “Juegos en que participamos”. Me limitaré a resumir algunos de los puntos más interesantes.
Hay que empezar por señalar que una persona se relaciona con los demás desde tres estados distintos de su personalidad: padre, adulto o niño.
Se dice que se encuentra en su PADRE cuando juzga, aprueba, felicita, critica o recrimina. Se puede hablar de Padre nutritivo (“es lo que te conviene”) o de Padre coercitivo (“si no lo haces así ya sabes que te castigo”).
Es el resultado de las influencias externas sobre su personalidad. Reproduce especialmente las conductas y criterios de sus progenitores en los primeros años de su vida, cuando aquellos eran todopoderosos.
Se encuentra en su ADULTO cuando se informa, estudia, reflexiona, trabaja o informa a los demás.
Es la parte de la personalidad que se ha formado aprendiendo de las propias experiencias. Además, procesa objetivamente, como un ordenador, la información que recibe, calculando sus posibilidades de ser ciertas sobre la base de su anterior experiencia.
Se encuentra finalmente en su NIÑO cuando ríe y cuando llora, cuando se alegra o se entristece. Existen dos formas de reaccionar: como Niño conformista, aceptando sumiso la norma, o como Niño rebelde, rechazándola.
Es la parte de la personalidad que se construye primero, a base de sensaciones y sentimientos. Se manifiesta con las mismas expresiones que cuando tenía tres, cinco o siete años. Se podría decir que actúa espontáneamente.
TODOS SON POSIBLES Y NECESARIOS
Todos los seres humanos, incluso los más jóvenes, poseen los tres estados. Pero cuando observamos a una persona, no la vemos en su totalidad, sólo podemos ver el estado de su yo en el que se encuentra en ese momento. Por sus palabras o sus gestos se podrá descubrir en qué estado se encuentra. Es posible pasar rápidamente de un estado a otro.
Los tres aspectos de la personalidad tienen un alto valor para la supervivencia. Todos ellos tienen derecho a igual respeto y a un lugar legítimo en una vida completa y productiva.
El estado de PADRE capacita al individuo para actuar como padre o madre de sus hijos. Pero además, permite que muchas cosas triviales y rutinarias se hagan ahorrando energía y tiempo, sin intervención del Adulto, sencillamente “porque es así como deben hacerse”.
Desde el estado de ADULTO se analizan objetivamente las probabilidades de supervivencia en este mundo adverso y se establecen las pautas racionales de conducta. El Adulto regula las actividades del Padre y del Niño.
En el estado de NIÑO residen la intuición, la creatividad, el impulso de placer. Puede llegar a ser la parte más valiosa de la personalidad, aunque si el Niño resulta confuso y malsano, las consecuencias pueden ser funestas.
Hasta aquí nos hemos centrado en lo que Eric Berne llama “Análisis Estructural”.
LAS TRANSACCIONES
El Análisis Transaccional estudia el intercambio de transacciones entre dos personas. Por un lado se produce un estímulo y por el otro, una respuesta. Normalmente se tiende a proceder en cadena, de forma que la respuesta es a su vez estímulo para una respuesta del otro.
Cada transacción se produce desde un determinado estado de la personalidad. La simple enumeración de los tipos de transacciones posibles resulta ya muy ilustrativa.
Las transacciones complementarias y paralelas se dan cuando las dos personas se encuentran en el mismo estado de su personalidad. Son las transacciones más positivas y representan una cómoda y fluida comunicación. Ambas personas hablan el mismo lenguaje.
El segundo grupo serían las transacciones complementarias y oblicuas, en las que una persona se encuentra en su Padre y la otra en su Niño. No son conflictivas y pueden ocasionalmente ser incluso satisfactorias. Pero si se instalan permanentemente, la ausencia de relaciones Adulto-Adulto o Niño-Niño sería fuente de insatisfacciones.
Un tercer grupo lo forman las transacciones cruzadas, que son las conflictivas y suelen terminar en una ruptura de la comunicación.
El último grupo lo forman las transacciones dobles. Debajo de la transacción aparente hay una transacción oculta.
A veces hay complicidad entre las dos personas, se entienden. Y en otras ocasiones, la segunda persona no es consciente de la doblez. Se puede decir que existe en este caso una manipulación del primero.
ALGUNAS APLICACIONES PRÁCTICAS
Con los ejemplos, leyendo entre líneas, ya ha quedado sugerida más de una aplicación práctica. Las técnicas de análisis de Eric Berne se han hecho famosas seguramente por su sencillez, porque todos las podemos usar para analizar nuestras propias comunicaciones.
Es un hecho que la relación entre cónyuges ha evolucionado en los últimos tiempos desde una posición predominante del varón (Padre-Niño) hacia un panorama mucho más igualitario de hombre y mujer.
Aunque siempre será bueno contar con la ayuda y protección del cónyuge, cada vez que se haga necesario (“en la salud y en la enfermedad…”), la base de la relación será indiscutiblemente la afectiva (Niño-Niño) y por lo demás, la del buen entendimiento entre Adultos.
Parece que es una técnica muy válida para analizar y mejorar caso por caso las relaciones conyugales. Se dan todas las circunstancias. Por ejemplo, el de la mujer protectora que sustituye a la madre del joven, que podría acabar en conflicto y crisis matrimonial si el varón se crece con el éxito profesional y ella no rectifica su rol. O el caso viceversa, en el que el hombre protector se convierte en mandón insoportable cuando ella madura. Fueron relaciones Padre-Niño inicialmente bien aceptadas, que se convirtieron luego en conflictivas.
La familia ha cambiado, al menos para el común de los mortales de este siglo. De una relación estrictamente paterno-filial (Padre-Niño) se está derivando a un modelo antagónico, en el que los hijos consentidos son los que ejercen como Padres. En una similar dinámica, la típica figura de la suegra se ha desdibujado ante las nuevas nueras.
Muchos padres quieren hoy ser amigos de sus hijos (Niño-Niño). Por otra parte, no cabe duda de que hay que dar amplia cabida a la relación Adulto-Adulto entre padres e hijos. Las cosas se razonan. Pero también es deber de los padres no consentir por sistema el capricho del hijo, que permitimos se convierta así en Padre autoritario, cuando no en tirano.
La dejación de la autoridad paterna se ha hecho notar también en la falta de disciplina de la escuela. Los chicos hicieron la transferencia de sentimientos entre padres y maestros. La amenaza de contárselo a los padres ha cambiado de mano y ahora la esgrimen los alumnos.
El maestro actual ha renunciado a posibles abusos disciplinarios anteriores (Padre-Niño), como autoritarismo, castigos corporales, etc. Trata de compensar los acuciantes problemas de indisciplina, insistiendo en las transacciones paralelas que están a su alcance (Adulto-Adulto y Niño-Niño). Se abre paso a nuevos métodos activos y participativos y la enseñanza se convierte en aprendizaje.
En las relaciones laborales se reflejan como en un espejo los distintos tipos de transacciones. Cada quién podría aportar las diversas y jugosas experiencias.
Es evidente que la democracia política ha influido en el ámbito laboral y se han atemperado en general las posturas Padre-Niño a favor de las relaciones Adulto-Adulto. A ello ha contribuido, al menos en términos estadísticos, la multiplicación de autónomos y pymes.
El análisis transaccional es aplicable a todo tipo de instituciones y organizaciones. Sirve como técnica para observar, por ejemplo, cómo se configuran las relaciones dentro de un grupo cualquiera o una comunidad. Y para mejorar sus comunicaciones, evitando fijaciones de roles y potenciando las relaciones más ricas y completas entre sus miembros.
La Iglesia jerárquica se presenta lamentablemente como contra-arquetipo. Y no es ninguna exageración. La relación Padre-Niño se lleva al extremo, como en cualquier otra monarquía absoluta. Se reducen al mínimo las relaciones permitidas Niño-Niño. Se marginan a los laicos que quieren razonar dentro de la Iglesia como Adultos.
Y es curioso cómo contrastan estas relaciones con las que Jesús nos descubrió respecto a Dios. Siendo Padre y Madre por antonomasia, nos hizo libres y nos invita a ser Adultos responsables, continuadores de su obra creadora. Nos pide que construyamos un reinado equitativo, un mundo de iguales, que nos llevemos bien y que disfrutemos de esta maravillosa vida.
de Eric Berne
Una “transacción” es la unidad de comunicación entre dos personas. El Análisis Transaccional es por tanto el estudio de las comunicaciones entre las personas. Lo hizo popular el psiquiatra americano Eric Berne, al publicar en 1964 su libro “Juegos en que participamos”. Me limitaré a resumir algunos de los puntos más interesantes.
Hay que empezar por señalar que una persona se relaciona con los demás desde tres estados distintos de su personalidad: padre, adulto o niño.
Se dice que se encuentra en su PADRE cuando juzga, aprueba, felicita, critica o recrimina. Se puede hablar de Padre nutritivo (“es lo que te conviene”) o de Padre coercitivo (“si no lo haces así ya sabes que te castigo”).
Es el resultado de las influencias externas sobre su personalidad. Reproduce especialmente las conductas y criterios de sus progenitores en los primeros años de su vida, cuando aquellos eran todopoderosos.
Se encuentra en su ADULTO cuando se informa, estudia, reflexiona, trabaja o informa a los demás.
Es la parte de la personalidad que se ha formado aprendiendo de las propias experiencias. Además, procesa objetivamente, como un ordenador, la información que recibe, calculando sus posibilidades de ser ciertas sobre la base de su anterior experiencia.
Se encuentra finalmente en su NIÑO cuando ríe y cuando llora, cuando se alegra o se entristece. Existen dos formas de reaccionar: como Niño conformista, aceptando sumiso la norma, o como Niño rebelde, rechazándola.
Es la parte de la personalidad que se construye primero, a base de sensaciones y sentimientos. Se manifiesta con las mismas expresiones que cuando tenía tres, cinco o siete años. Se podría decir que actúa espontáneamente.
TODOS SON POSIBLES Y NECESARIOS
Todos los seres humanos, incluso los más jóvenes, poseen los tres estados. Pero cuando observamos a una persona, no la vemos en su totalidad, sólo podemos ver el estado de su yo en el que se encuentra en ese momento. Por sus palabras o sus gestos se podrá descubrir en qué estado se encuentra. Es posible pasar rápidamente de un estado a otro.
Los tres aspectos de la personalidad tienen un alto valor para la supervivencia. Todos ellos tienen derecho a igual respeto y a un lugar legítimo en una vida completa y productiva.
El estado de PADRE capacita al individuo para actuar como padre o madre de sus hijos. Pero además, permite que muchas cosas triviales y rutinarias se hagan ahorrando energía y tiempo, sin intervención del Adulto, sencillamente “porque es así como deben hacerse”.
Desde el estado de ADULTO se analizan objetivamente las probabilidades de supervivencia en este mundo adverso y se establecen las pautas racionales de conducta. El Adulto regula las actividades del Padre y del Niño.
En el estado de NIÑO residen la intuición, la creatividad, el impulso de placer. Puede llegar a ser la parte más valiosa de la personalidad, aunque si el Niño resulta confuso y malsano, las consecuencias pueden ser funestas.
Hasta aquí nos hemos centrado en lo que Eric Berne llama “Análisis Estructural”.
LAS TRANSACCIONES
El Análisis Transaccional estudia el intercambio de transacciones entre dos personas. Por un lado se produce un estímulo y por el otro, una respuesta. Normalmente se tiende a proceder en cadena, de forma que la respuesta es a su vez estímulo para una respuesta del otro.
Cada transacción se produce desde un determinado estado de la personalidad. La simple enumeración de los tipos de transacciones posibles resulta ya muy ilustrativa.
Las transacciones complementarias y paralelas se dan cuando las dos personas se encuentran en el mismo estado de su personalidad. Son las transacciones más positivas y representan una cómoda y fluida comunicación. Ambas personas hablan el mismo lenguaje.
El segundo grupo serían las transacciones complementarias y oblicuas, en las que una persona se encuentra en su Padre y la otra en su Niño. No son conflictivas y pueden ocasionalmente ser incluso satisfactorias. Pero si se instalan permanentemente, la ausencia de relaciones Adulto-Adulto o Niño-Niño sería fuente de insatisfacciones.
Un tercer grupo lo forman las transacciones cruzadas, que son las conflictivas y suelen terminar en una ruptura de la comunicación.
El último grupo lo forman las transacciones dobles. Debajo de la transacción aparente hay una transacción oculta.
A veces hay complicidad entre las dos personas, se entienden. Y en otras ocasiones, la segunda persona no es consciente de la doblez. Se puede decir que existe en este caso una manipulación del primero.
ALGUNAS APLICACIONES PRÁCTICAS
Con los ejemplos, leyendo entre líneas, ya ha quedado sugerida más de una aplicación práctica. Las técnicas de análisis de Eric Berne se han hecho famosas seguramente por su sencillez, porque todos las podemos usar para analizar nuestras propias comunicaciones.
Es un hecho que la relación entre cónyuges ha evolucionado en los últimos tiempos desde una posición predominante del varón (Padre-Niño) hacia un panorama mucho más igualitario de hombre y mujer.
Aunque siempre será bueno contar con la ayuda y protección del cónyuge, cada vez que se haga necesario (“en la salud y en la enfermedad…”), la base de la relación será indiscutiblemente la afectiva (Niño-Niño) y por lo demás, la del buen entendimiento entre Adultos.
Parece que es una técnica muy válida para analizar y mejorar caso por caso las relaciones conyugales. Se dan todas las circunstancias. Por ejemplo, el de la mujer protectora que sustituye a la madre del joven, que podría acabar en conflicto y crisis matrimonial si el varón se crece con el éxito profesional y ella no rectifica su rol. O el caso viceversa, en el que el hombre protector se convierte en mandón insoportable cuando ella madura. Fueron relaciones Padre-Niño inicialmente bien aceptadas, que se convirtieron luego en conflictivas.
La familia ha cambiado, al menos para el común de los mortales de este siglo. De una relación estrictamente paterno-filial (Padre-Niño) se está derivando a un modelo antagónico, en el que los hijos consentidos son los que ejercen como Padres. En una similar dinámica, la típica figura de la suegra se ha desdibujado ante las nuevas nueras.
Muchos padres quieren hoy ser amigos de sus hijos (Niño-Niño). Por otra parte, no cabe duda de que hay que dar amplia cabida a la relación Adulto-Adulto entre padres e hijos. Las cosas se razonan. Pero también es deber de los padres no consentir por sistema el capricho del hijo, que permitimos se convierta así en Padre autoritario, cuando no en tirano.
La dejación de la autoridad paterna se ha hecho notar también en la falta de disciplina de la escuela. Los chicos hicieron la transferencia de sentimientos entre padres y maestros. La amenaza de contárselo a los padres ha cambiado de mano y ahora la esgrimen los alumnos.
El maestro actual ha renunciado a posibles abusos disciplinarios anteriores (Padre-Niño), como autoritarismo, castigos corporales, etc. Trata de compensar los acuciantes problemas de indisciplina, insistiendo en las transacciones paralelas que están a su alcance (Adulto-Adulto y Niño-Niño). Se abre paso a nuevos métodos activos y participativos y la enseñanza se convierte en aprendizaje.
En las relaciones laborales se reflejan como en un espejo los distintos tipos de transacciones. Cada quién podría aportar las diversas y jugosas experiencias.
Es evidente que la democracia política ha influido en el ámbito laboral y se han atemperado en general las posturas Padre-Niño a favor de las relaciones Adulto-Adulto. A ello ha contribuido, al menos en términos estadísticos, la multiplicación de autónomos y pymes.
El análisis transaccional es aplicable a todo tipo de instituciones y organizaciones. Sirve como técnica para observar, por ejemplo, cómo se configuran las relaciones dentro de un grupo cualquiera o una comunidad. Y para mejorar sus comunicaciones, evitando fijaciones de roles y potenciando las relaciones más ricas y completas entre sus miembros.
La Iglesia jerárquica se presenta lamentablemente como contra-arquetipo. Y no es ninguna exageración. La relación Padre-Niño se lleva al extremo, como en cualquier otra monarquía absoluta. Se reducen al mínimo las relaciones permitidas Niño-Niño. Se marginan a los laicos que quieren razonar dentro de la Iglesia como Adultos.
Y es curioso cómo contrastan estas relaciones con las que Jesús nos descubrió respecto a Dios. Siendo Padre y Madre por antonomasia, nos hizo libres y nos invita a ser Adultos responsables, continuadores de su obra creadora. Nos pide que construyamos un reinado equitativo, un mundo de iguales, que nos llevemos bien y que disfrutemos de esta maravillosa vida.
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